Cuando el del pueblo o ciudad pequeña va a la gran ciudad, experimenta un “vértigo”. También lo siente el de la capital cuando se traslada al medio rural. Ambos coinciden : “es bonito, pero yo no podría vivir aquí”. Un mismo pensamiento para dos sensaciones absolutamente opuestas.

El de pueblo siente que le rodea demasiado movimiento, demasiada gente, demasiada complejidad. El de ciudad considera excesivo todo lo contrario: la quietud, la falta de actividad, la tranquilidad, la ausencia de población, la carencia de cosas para hacer, en las que perder el tiempo.
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Hemos resumido con este nombre un abultado número de teorías que recogen además diversas tradiciones, desde la grecorromana, hasta la budista pasando por la judeocristiana e incluso es utilizada como base de cierto sector del ateísmo, por paradójico que parezca.
El origen de esta teoría incluye los pensamientos acerca de que el macrocosmos y el microcosmos son idénticos. El funcionamiento del Universo sigue reglas parecidas al comportamiento del átomo y sus componentes en su interior.
Ahora incluímos al ser humano dentro de este orden. Según esta teoría, el hombre, lejos de ser el centro de la creación, es un elemento más (y no por ello menos importante) con función concreta, al igual que un ser microscópico, que un protozoo, una ameba o una célula.
Al igual que estos microorganismos, el hombre comenzó organizándose en unos niveles muy básicos. Función de alimentación, función de reproducción, función de supervivencia. Bien por mutaciones, bien por condiciones favorables, o por puro azar, la especie va evolucionando, mejorando su abrigo, la manera de conseguir la comida, cocinarla y así digerirla, y se inician las relaciones sociales. Eso permite comenzar una especialización en las funciones que se va complicando desde las cavernas hasta nuestros días. De la misma manera lo hicieron los microorganismos: al principio, cada uno de ellos ejecutaba todas las funciones; luego al generar cuerpos complejos, se van creando tejidos que se encargan de unas funciones u otras y permiten una vida mejor. Así las sociedades. De este modo en nuestra sociedad nos encontramos con las células que se encargan de escuchar, las que saborean, las que nutren, las que transmiten información, las que vigilan, las que sienten, las que dan placer, incluso todos conocemos verdaderos virus y células cancerígenas dentro de nuestra sociedad.
Hay quien considera erróneo este pensamiento, al considerar que ningún ser humano está pegado a otro como para formar un órgano o tejido. Constantemente formamos redes gracias a las relaciones sociales (familiares, laborales, económicas, culturales, geográficas, raciales…) que nos convierten en partes de un grupo. Y al igual que no existe unión aparente entre los átomos, que se siguen dividiendo en partes cada vez más pequeñas, existen estas «distancias espeluznantes» (precioso nombre impuesto por la física cuántica al que Carmen París dedicó un bolero) que mediante electricidad, energía, amor o pura magia, hacen que todo esto exista en un extraordinario movimiento en equilibrio.
Una vez hemos descubierto el universo, una vez hemos hecho fotos más allá, y hemos descubierto que todo parece ser una maraña de neuronas, o un ojo de alguien que nos mira a través de un microscopio (¿o será un telescopio?), el siguiente paso será crucial: la raza humana puede seguir avanzando si se da cuenta de que todos somos uno, con los cambios de conciencia que ello comporta. Ésa es ya la única posibilidad de conseguir una evolución completa.
Fuente de la fotografía de portada: www.universal-link-888.com
No es fácil moverse por el mundo. Pero si algo ha hecho prevalecer nuestra insignificante existencia, como seres y como especie, en esta minúscula partícula que levita y gravita en un rincón del Universo es nuestra capacidad de encontrar pautas y estrategias que nos han permitido sobrevivir y mejorar poco a poco la calidad de nuestra existencia (aunque a veces lo pongamos en duda).

Al igual que existen la física, la química y las matemáticas, la trigonometría, la aritmética, hasta el lenguaje y la métrica poética, existe la Teoría de la Existencia. Una disciplina todavía poco conocida fuera de los antiguos países integrantes del bloque soviético, y que analiza, estudia, comprueba y asienta modelos, clichés, situaciones para de ello extraer fórmulas y teoremas para comprender mejor el tiempo que nos toca vivir y las diferentes situaciones a las que nos podemos enfrentar, bien a diario, bien en ocasiones cruciales de nuestra vida.
Cuando un niño nace se le enseñan las pautas básicas para comenzar a moverse por el mundo. Caminar, hablar, normas sociales (algunos en una modalidad tan simple que asustan), leer y escribir, matemáticas, historia, asuntos sociales y naturales, etc. Aunque hay quien prolonga sus estudios hasta casi la totalidad de sus vidas, lo cierto es que nuestra capacidad de aprendizaje comienza a decaer entorno a los 21 años.
Desde esta sección, les propongo a partir de ahora derribar todos los débiles andamios del conocimiento sobre los que se ha basado su crecimiento personal y su acervo cultural para crear, gracias a estas Teorías Existenciales, un modelo personal, único, de nueva construcción, sobre el que desarrollarse y crecer por fin.
Firmado: Doctor Roman Rompojiev, catedrático en Teoría de la Existencia.
Fuente de la fotografía: sonorizacion.wordpress.com
Escrito por Dr.Rompojiev » Comentarios desactivados en Presentación